La comunicación a través del tacto en el niño

    La comunicación táctil es una forma de comunicación no verbal de gran importancia, la más primitiva y forma parte de la esencia para la supervivencia y las relaciones con nuestro entorno social y emocional. No es posible la vida sin el tacto, a diferencia de los otros sentidos.

    Cobra mayor importancia cuando hablamos del tacto en la relación niños-papás  y cuando estamos en el entorno de niños con necesidades especiales, donde las otras formas de comunicación están alteradas en diferentes grados o incluso cuando no existe otra forma.

 

    El tacto puede ser de diferentes tipos, y llega a nuestra corteza cerebral sensoriomotora no sin antes pasar por el sistema límbico donde se tiñe con un matiz emocional. Así es como percibimos a nivel consciente el tacto:

  • Tacto agresivo.
  • Tacto traumático.
  • Tacto de amor.
  • Tacto empático.
  • Tacto compasivo.

    Por ello un tacto igual es percibido de diferente manera en cada persona en función del tinte emocional que le demos. Y esta emoción no es algo innato, sino que surge como resultado de las experiencias previas, factores físicos, culturales, etc.

Ejemplo: una misma caricia en la cara, para una persona puede ser un tacto de amor y para otra, puede tener connotaciones sexuales por tanto ser un tacto agresivo.

    Para que la comunicación sea efectiva, el tacto debe ser con intención. Si no hay intención, solo se tratara de un contacto que no tendrá ningún efecto sobre el receptor o tendrá un efecto distinto al deseado. Si el tacto hacia nuestro hijo queremos que sea de amor hacia él, que se sienta protegido, seguro, que desaparezcan sus miedos, etc, tenemos que hacerlo con esa intención, no podemos estar pensando en el trabajo o mirando una pared.

    El tacto ha de ser piel con piel. Puede ser con mano, un beso, un abrazo, etc  pero no debemos olvidar que las manos y los labios son las estructuras con más terminaciones nerviosas.

    La piel y el sistema fascial son los órganos con más receptores, por tanto es lógico pensar la gran capacidad que tiene de recibir sensaciones, procesarlas a nivel cerebral y dar una respuesta. Esto es comunicación táctil.

    Todos sabemos que en ocasiones no hay palabras para expresar un mensaje o una emoción, y basta un beso, una caricia, un apretón de manos, un abrazo… para comunicar sentimientos o emociones y además ser comprendidos.

    Un tacto adecuado y con intención sobre nuestro niño tiene un efecto tranquilizante y sedante. Los receptores situados sobre la piel y sobre el sistema fascial son estimulados con el tacto y con la presión. A nivel cerebral, los astrocitos (tipo de células neuronales) responden ante estímulos de presión y tacto generando un corte en la secreción de neurotransmisores causante de la perpetuación del dolor.

 

    En nuestro cerebro tenemos un pequeño área que conforma el mapa sensorial de nuestro cuerpo. Es decir, cada área del cuerpo tiene su zona representada de forma que se puede ver como hay áreas mucho más representadas que indica que son zonas altamente sensibles y con mayor numero de receptores. La representación gráfica es el Homúnculo de Penfield.

“una pintoresca representación artística de

la correspondencia entre las diferentes

partes de la superficie del cuerpo y

la superficie del cerebro. Los rasgos

grotescamente deformados pretenden indicar que ciertas partes del cuerpo como

los labios y la lengua están mucho

más representadas que otras”

    Esto significa que son esas zonas corporales las que mayor número de receptores tienen, los que estimularan mayor superficie cerebral y a través de las cuales la comunicación táctil con nuestros hijos va a ser más rica. No olvidemos que la personalidad de un niño se forma gracias a las experiencias vividas, el contacto con su entorno, a la estimulación recibida y que todo esto se codifica en su memoria para dar respuesta a la información que reciben.

    En este gráfico se puede ver que  zonas como la palma y dorso de las manos, boca, labios, lengua, nariz y orejas, son altamente receptivas. Estas serán entonces zonas donde podremos contactar, acariciar, presionar suavemente o masajear con la intención de comunicar a nuestro hijo nuestro amor, nuestra protección, nuestra intención calmante, etc, por supuesto  acompañado de un tono de voz suave, lento y cariñoso.

    Existen otras zonas que desde el punto de vista fascial son claves para una comunicación profunda con nuestros hijos:

  • Cráneo: a través del contacto con la cabeza del niño accedemos a un complejo membranoso que envuelve el cerebro y que tiene gran influencia en sus funciones.

Este tacto no es fácil para los padres porque requiere de práctica y paciencia. A medida que vayamos utilizándolo, las sensaciones irán apareciendo. Podremos percibir movimientos y un pulso lento y rítmico. Cuando se avanza en la práctica de este tacto, el efecto es muy relajante para los niños.

  • Abdomen: a este nivel existe una gran cantidad de tejido fascial y visceral ricamente inervado. El tacto suave, con intención y prolongado en el tiempo da mucha información sensitiva a nuestros hijos y provoca cambios en los tejidos que beneficiaran a su sistema digestivo.

    Efectos del tacto en nuestros hijos:

  • Estudios de investigación demuestran que provoca una mejora de nuestro sistema inmunitario y aumenta la secreción de endorfinas, hormonas mediadoras del dolor.
  • Les proporcionamos la sensación de realidad, la geometría de su propio cuerpo, donde empieza y donde acaba. La primera experiencia táctil completa que les acerca a su esquema corporal es el nacimiento a través del canal del parto. Durante las cesáreas no existe esa experiencia. Este es uno los motivos de la importancia de los nacimientos por vía natural.
  • Ayuda a expresar sentimientos, a construir nuestra personalidad, a forjar nuestra autoestima y sociabilidad. Nuestras experiencias táctiles disminuyen la dificultad de sentirse querido y aceptados por los demás. En definitiva mejora nuestra salud física y mental.
  • El tacto hacia nuestros hijos les proporciona seguridad y confianza, calma su ansiedad y transmite nuestro amor.

    Tocar y ser tocados es una necesidad fisiológica y emocional. Quienes durante su infancia no recibieron caricias de sus padres o seres queridos, tienen dificultades de dar y recibir afecto, de expresar emociones y tendencia a evitar el contacto físico. Esta incapacidad, puede dificultar sus habilidades comunicativas y de gestión de la agresividad.

    Cuando entablamos con nuestros hijos este intercambio táctil, provocamos un flujo de información sensitiva que llega a su cerebro, se procesa, se hace consciente a nivel de corteza cerebral y produce una respuesta motora. De esta forma, estamos estimulando su área sensitiva y motora cerebral y haciendo trabajar a su memoria táctil, que es la encargada de almacenar las experiencias táctiles, de discriminarlas y así dar respuesta más rápida en posteriores estímulos táctiles.

    “Comunícate con tu niño, tiéndele tu mano, escúchale sin palabras, deja que te sienta. El cuerpo es una máquina maravillosa que es capaz de transmitir y percibir mensajes, sensaciones que ninguna lengua puede expresar”.

Raúl González col. 585.

Centro OSTEOSS.

 

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